Solo pude mirar hacia atrás, o mejor dicho al pasado, donde tuve mi olvidada pero divertida infancia. Donde si comías plastilina, te manchabas o metías los dedos en el enchufe no pasaba nada. Solo escuchabas un ruidoso bla, bla, bla, bla, bla de tu madre mientras tú mirabas desconcertado a otro lado.
Después llegaría la Primaria en cuyos primeros cursos también hacías lo que querías. Luego llegarían cuarto, quinto y sexto aprendiendo a multiplicar, a dividir,…y muchas más cosas que ahí parecían difíciles y ahora las hacemos con los ojos cerrados.
Llegó la ESO donde pensabas que iba a ser un infierno y después tampoco era tanto.
Aaaaaaaaaah, mi querido Bachiller, eligiendo ciencias o letras y preparándote para la selectividad. Aprobado raspado, pero aprobado.
Después de la carrera querías hacerte ya mayor para, por fin, hacer lo que quisieras sin tener a tus padres dándote órdenes por detrás. Querida infancia, “nunca me dejes que me haga mayor”.
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