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lunes, 13 de junio de 2011

ÁNGEL GRIÑÁN

Alex: 15 años, aún no he acabado los estudios, vine a este mundo cuando mis padres acababan de divorciarse. Hijo de un padre alcohólico y obrero en la construcción y de una mujer que por la mañana trabajaba limpiando en casas y por las noches de camarera en un bar. No conocí a mi padre (mi madre me dijo que murió en un accidente, para no decirme que nos abandono cuando nací). Mi madre murió cuando tenía 19 años y tuve conseguir dinero para sobrevivir. Empecé de repartidor de comida rápida, más tarde de obrero en la construcción, porque necesitaba dinero (si quería en un futuro formar una familia). Me encargaron supervisor de desperfectos, en el cual ganaba un poco más de dinero, pero apenas me sobraba.

Cambié de ciudad en función donde me mandaban para trabajar, y desde que conocí a George (el promotor de todos las construcciones, amigo de mi jefe) me invitaba a tomarme una caña con él, todos los viernes.

Alex acabará descubriendo a un futuro familiar, muy cercano que se encontraba en el filo de la muerte por cáncer de hígado, gracias a la amistad de George.

DARÍO LORENZO

Solo pude mirar hacia atrás en el momento en que vi aquello. Resulta que fui al banco para sacar dinero, había mucha gente haciendo cola y estaba muy cansado del día anterior, por tanto, me dirigí hacia el cajero y al extraer la tarjeta vi las últimas transacciones. Para mi sorpresa leí “mansión del amor”.

No podía asimilar lo que mis ojos veían, yo no era capaz de ir de rameras. Siempre he sido una persona muy humilde, sensata y jamás se me ocurriría hacer algo así.

Me encontraba en una angustiosa situación. Aterrado, decidí ir a preguntarle a mi amigo Chorlas, que así le llamamos, y me dijo que la noche anterior me dejó a las tres de la mañana en la puerta de mi casa medio ebrio. En ese momento se me pasó claramente por la cabeza el hecho de que pudiera haber ocurrido lo indeseado por causa del alcohol.

Me prometí no volver nunca más a tomar nada de alcohol. Al día siguiente, de camino al trabajo, pasé por delante de la tienda en la que estuve comprandome una cama, y asombrado, veo un rótulo que pone: ¡Mansión del amortiguador!. Me volqué de felicidad con todo lo ocurrido y del susto que me había dado el cajero del banco.

PD: al fin de semana siguiente volví a beber.

PABLO RUZ

Solo pude mirar hacia atrás, cuando al doblar la esquina vi su esperpéntica cara. Era el famoso asesino en serie, la reacción fue inmediata, pero al mirar atrás solo había una calle oscura hasta que esta se desvaneció.

Desperté en una habitación oscura, solo había una tenue luz amarillenta que colgaba del techo. Estaba sobre una mesa de metal, atado de pies y manos, cuando miré a la derecha y vi una fila de bisturís y diferentes tipos de tijeras, además había ciertos aparatos innombrables con los que se opera, de repente el escenario volvió a desvanecerse. Cuando volví a recuperar el sentido estaba sumido en un intenso punzante que hacía que sintiese un fuerte desgarrón en el estómago.

Cuando parecía que el proceso llegaba a su fin un fuerte estruendo irrumpió en la habitación, la policía venia en mi auxilio.

Pasaron años cuando iba por la calle con mi hijo y al pasar por nuestro lado un hombre con gabardina y sombrero en aquella mañana de invierno se me aceleró el corazón. Estábamos esperando en la parada del metro cuando al subir al metro una fuerte mano agarró a mi hijo por la espalda, era demasiado tarde para reaccionar, las puertas se habían cerrado.

ÁLVARO MARTÍNEZ

Solo pude mirar hacia atrás cuando vi su cara, estaba seguro, era él, era Don Diego.¿Que haría? Es el delincuente más buscado por el FBI y nunca encontrado, y tengo que llegar yo, un viejo policía alicantino al que expulsaron del cuerpo por estropear todas las misiones y encontrarmelo ahí tirado de vacaciones en las playas del caribe con toda parsimonia como si estuviera esperando a toda la marina estadounidense. Voy a arrestarlo, me dije seguro que con la recompensa americana por entregarlo no iba a morir de hambre, y fui a ponerle las esposas, cuando caí en el gran fallo de entablar una conversación con él, consiguió tocarme la fibra sensible ofreciendome trabajo, porque conocía que lo único que me movía era el dinero, y me ofreció trabajo, negociándolo dijo que en España y me dio un consejo, las leyes estan para saltarselas, me dijo, y yo le dí otro a el, no existe mejor sitio para delinquir como España, el me dijo: como es esto? entonces yo le explique la ETA, los robos y atracos, la corrupción en la política, y allí me cortó diciendome: no se hable más, te vienes conmigo a España a trabajar en la política y a partir de ahora me llamaras Jóse Luis Rodríguez, el segundo ya se verá.

CARLOS FERNÁNDEZ

Solo pude mirar hacia atrás y ver como te desvanecías con tu botella de ron de Venezuela dando tumbos , gritando y cantando por las calles de Nueva York a tres de la madrugada porque según tú tienes problemas por doquier.

Siempre tienes motivos para pillarte una buena cogorza y según TÚ para divertirte y evadirte del mundo y de tus problemas que no son mas que tu propia existencia que es lo único contra lo que no puedes luchar porque no tienes suficiente valor lo unico que tendrías que hacer es hacerte valer mas, apoyarte en tus amigos, tu mujer , tus hijos y tu familia. Pero no, es mejor que cojas tus botellas preferidas de Whisky, Ron y Vodka . Piensas que el alcohol es tu amigo que te ayuda a olvidarte de tus problemas , y en parte lo hace , pero luego te los vuelve a traer como si te pegaran un martillazo en la cabeza. Pero en fin… parece ser el único que no lo quieres ver… Solo pude mirar hacia atrás y ver como echabas tu vida por la borda por evadirte y pasar de la gente, TU gente. Cuando todo eso se te pase, espero que medites y pienses como encarrilar tu vida.

GONZALO BERNAT

El secuestro

Solo pude mirar hacia atrás y ver aquella furgoneta negra de cristales tintados aparcada junto a mi casa que tanto me había llamado la atención en estas dos últimas semanas, antes de que me taparan el rostro y me desvaneciera. A la mañana siguiente me despertó un rayo de luz que se colaba entre los barrotes que protegían aquel lugar en la me encontraba. Mi avivada curiosidad me incito a investigar aquel lugar remoto .Llegue a la conclusión de que me encontraba atrapado en una pequeña habitación. Con el paso de los minutos mis nervios se iban acrecentando y decidí a toda costa escapar de allí. La única puerta se encontraba cerrada por un candado que impedía el paso. Ayudado por un pequeño trozo de alambre intente forzar la cerradura, al cabo de varios intentos la puerta se abrió. Aquella fue la sensación más rara de mi vida, me sentía libre pero también indefenso. De pronto escuché unos pasos, que se acercaban hacia el cuarto. Y en ese mismo momento decidí hacer la cosa más prudente, volverme a meter en la habitación cerrar el candado y esperar el momento perfecto para volverla abrir y escapar.

ALEJANDRO MARTÍNEZ

Solo pude mirar hacia atrás, la congoja que sentía en ese momento sobrepasaba cualquier atisbo de normalidad.

El fallecimiento de un ser querido nunca es un momento poco doloroso, sobretodo si es eso, querido.

Cuando mi abuelo murió, sentí que Dios, o cualquier otra fuerza sobrenatural había sido injusto conmigo, pues no me dejaron sentir lo que era tener un abuelo. Es verdad que tenía otro abuelo, pero la afinidad no era la misma. Este es el fin, pero las historias tienen un comienzo.

Yo tengo sierte años, la mejilla izquierda la tengo congelada, mientras que la otra me arde a causa del calor de la hoguera.

Él, sentado en la butaca, me cuenta una vez más sus aventuras militares, mientras, yo escucho ansioso de descubrir el final ya conocido. Su cáncer se propaga tan rápido como el agua del río, pero su vitalidad es indestructible, porque así era él.

Le acompañé hacia el jardín de atrás, donde hasta las rosas parecen llorar su pronta despedida final.

Solo pude mirar hacia atrás, su cuerpo inherte desprendía cualquier tipo de vida ya.

Al fin y al cabo todos debemos morir, ¿Por qué yo iba a ser menos?

CARLOS POVEDA

Solo pude mirar hacia atrás, cuando a lo lejos conseguí verla, ¡era ella!, intente hacerle todo tipo de señas y grité con todas mis fuerzas por la ventanilla del coche, pero no conseguí que me escuchara. Ese día fue el último que la pude ver y hasta hoy vivo con el remordimiento de no haber podido despedirme de ella.

En este preciso instante hacen 5 años desde el día de mi mudanza, y la estoy viendo exactamente igual de lejos que aquel día, la única gran diferencia es que ahora no miro hacia atrás sino, hacia adelante.