Abrí el libro por la página marcada, como todos los días,
deslizando el dedo por su parte superior para encontrar el perfil
del marcador que me indicara el sitio exacto. Es ese momento en
el que se me funden las dos realidades, el momento de salir de la
monotonía del día a día, para sumergirme en otras vidas, otros
momentos otras épocas, en otras historias.
Hoy he parado un instante, antes de iniciar mi viaje, y me he
percatado de algo muy importante. Me he dado cuenta que en
realidad el marcador de mi libro, ese pedazo de cartón, que años
atrás me regaló mi padre, junto a una novela de “Julio Verne”
“20.000 leguas de viaje submarino”, era la llave que en realidad
cerraba y abría mi mundo de fantasía. No me había percatado
hasta ahora, del impresionante regalo que me había hecho mi
padre. Podía abrir y cerrar, a mi comodidad, la puerta de mi
fantasía, gracias a ese trozo de cartón. En realidad mi
“marcador” es la llave de cartón, que cierra todos los días, y abre
todos los días mi imaginación.
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