Solo pude mirar hacia atrás cuando oí el claxon del coche pero ya era demasiado tarde.
Íbamos mi amigo Paco y yo por la acera jugando con la pelota después del partido que acabábamos de jugar. Parece mentira que aún tuviéramos ganas de jugar con la goleada que nos habían metido y con lo cansados que estábamos tras jugar ocho en lugar de once. Nos aproximamos al semáforo y en ese momento la pelota se le escapó a Paco y se fue a la calle. Paco, sin fijarse en los coches que circulaban corrió hacia la pelota y se produjo el atropello. Paco fue lanzado diez metros del lugar del impacto y en seguida se formó un tumulto de gente que querían ayudarle. Alguien dijo que era médico y no paraba de decir que no lo movieran. Llamaron a una ambulancia y antes de que llegara me acerqué a consolar a Paco que no paraba de quejarse del dolor.
Lo peor fue llamar a su familia para avisarle que Paco había sido atropellado y que estaba en el Hospital. Sus padres fueron corriendo a Urgencias donde le informaron que Paco estaba en el quirófano porque había que operarle ya que tenía una fractura grave en la tibia.
A partir de entonces ya no pude jugar a la pelota.
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