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domingo, 15 de mayo de 2011

Juan Antonio Fernández


Sólo pude mirar hacia atrás para ver como las ver como las paredes del cuarto de al lado caían antes de desaparecer tras la puerta de emergencia. Todos corrían por las escaleras entre codazos y empujones para hacerse paso hasta la salida.

Jamás creí que me encontraría en una situación así, usando la puerta de emergencia para huir de un incendio que devoraba el rascacielos.

Cuando por fin alcancé la calle, me abalance sobre uno de los típicos taxis neoyorquinos para escapar de aquella zona ya que el edificio amenazaba con desplomarse.

No sabía que había ocasionado el incendio pero algo grave debía pasar puesto que rascacielos de al lado también estaba en llamas.

Cuando el taxista ya se dirigía al final de la calle, uno de los rascacielos cayó a tierra dejando bloqueada la calle. Aterrados salimos del taxi para refugiarnos cuando de pronto oí la voz de una mujer pidiendo ayuda, fui rápidamente a buscarla entre la humareda de los escombros y cuando di con ella vi como el otro rascacielos se desplomaba, llevándonos a ella y a mi con él.

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