Etiquetas

miércoles, 11 de mayo de 2011

Javier Barcala Ramón-Borja

Solo pude mirar hacia atrás. La lluvia caía con fuerza, pero era lo que menos importaba. Estaba demasiado ocupado pensando en cómo escapar de aquellos macarras que, vete tú a saber lo que me harían si me pillaban.

Oí el retumbar de sus pasos detrás de mí, y a su jefe gritando: “¡cogedle, que no escape!” Doblé una esquina resbalando por el agua, cuando me di cuenta que me hbía metido en un callejón sin salida. Intenté volver atrás pero me encontré cara a cara con uno de los tíos más enormes de la banda y, por suerte, uno de los más torpes.

Cuando aquel armario con patas se lanzó a por mí, resbaló y cayó, dándome el tiempo justo para salir corriendo. Acto seguido, me dirigí calle arriba pues sabía que allí había una comisaría. Estaba empapado, pero seguí corriendo. Quedaban tan solo un par de calles para llegar, cuando oí el rugido de varias motos. “Estoy perdido”, pensé. Y eché a correr a la desesperada. En ese momento, tropecé.

Lo último que recuerdo son dos brillantes luces acercándose hacia mí. Me desperté, tenía la cabeza vendada y a mi madre al lado. “No volveré a meterme en líos”, me dije.


No hay comentarios:

Publicar un comentario