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miércoles, 11 de mayo de 2011

Iván Rubio Ballega

Solo pude mirar hacia atrás y ver como la gran masa de ese gas tóxico que iba dejando a su paso inconsciente a la tripulación me seguía.

No podía parar correr.

De pronto algo me golpeó en la pierna y caía al suelo. Solo tenía una oportunidad para poder salir de aquellos pasillos tan estrechos con vida. Intenté subir las escaleras húmedas y resbaladizas; sentía un fuerte dolor en la pierna que me impedía correr y casi andar. Al ver que esa oportunidad de sobrevivir se me alejaba pensé en tirar la toalla y quedarme allí encerrado, pero una extraña sensación me recorrió todo el cuerpo.

La adrenalina me dio la fuerza suficiente, al menos, para llegar a la enfermería e intentar curarme ese dolor tan intenso y doloroso. Lo único que se me ocurrió fue apretarme con algunas vendas en la parte donde me dolía. Ahora podía andar un poco mejor, pero la enfermería se estaba llenando de ese gas que recorría los conductos de ventilación. Cogí un extintor y golpeé con fuerza la puerta para subir a cubierta. Conseguí abrirla, pero al abrirla un sol resplandeciente me cegó y caí.

Cerré los ojos y…


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