No podía asimilar lo que mis ojos veían, yo no era capaz de ir de rameras. Siempre he sido una persona muy humilde, sensata y jamás se me ocurriría hacer algo así.
Me encontraba en una angustiosa situación. Aterrado, decidí ir a preguntarle a mi amigo Chorlas, que así le llamamos, y me dijo que la noche anterior me dejó a las tres de la mañana en la puerta de mi casa medio ebrio. En ese momento se me pasó claramente por la cabeza el hecho de que pudiera haber ocurrido lo indeseado por causa del alcohol.
Me prometí no volver nunca más a tomar nada de alcohol. Al día siguiente, de camino al trabajo, pasé por delante de la tienda en la que estuve, y asombrado, veo un rótulo que pone: ¡Mansión del amor!. Me volqué de felicidad con todo lo ocurrido y del susto que me había dado el cajero del banco.
PD: al fin de semana siguiente volví a beber.
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