Solo pude mirar hacia atrás al oír el grito de la anciana a la que acababan de robar el bolso. Llamé a la policía y atraparon al ladrón. En el juicio dijo que me iba a matar y ahí fue cuando me asusté.
Cuando fui a mi casa se lo conté a mi madre, y ésta, a su vez, se lo dijo a mi padre.
Mi padre me compró un revolver C-56 para que me defendiese.
Vi al ladrón y presa del pánico le disparé en la chaqueta. En ese instante me di cuenta que por culpa del ladrón y de la abuela me había convertido en un asesino.
A partir de ahí mi vida cambió. Un día me dijeron que tenía que matar a un amigo y lo hice.
Fue entonces cuando escuché a mi madre que me decía que dejase el juego y fuese a cenar.
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