Solo pude mirar hacia atrás y ver que venía un hombre raro que estaba enmascarado y llevaba puesto un pasamontañas negro. Parecía uno de esos típicos matones que te atracan en calles oscuras.
Yo iba corriendo hasta que a mi amigo, que no corría tanto como yo, le cogió por el brazo. Me detuve en una rotonda para pedir auxilio, pero nadie se paraba.
Cuando fui a ver si estaba mi amigo Javier, no se hallaba allí. Me asusté porque tenía que quedarme a buscarlo. Me di la vuelta y me cogió el tipo del principio. Me llevó a un sitio extraño y me puso un saco en la cabeza para que no viera nada.
Entramos en una casa. Lo supe por el sonido de la puerta. Me quitaron el saco y gritaron “sorpresa” porque era mi cumpleaños y Javier y mi familia me habían organizado una fiesta para celebrarlo.
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