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domingo, 15 de mayo de 2011

Pablo Piñas


Solo pude mirar hacia atrás y contemplar como las luces de aquella linda ciudad iban desapareciendo tras las nubes blancas. Fue en ese momento del despegue del avión, que te quedas como aturdido, ese momento de pena porque ves cómo tu ciudad, que para ti era la mejor del mundo , se va alejando cada vez más y la vas perdiendo de vista. Con el ruido del avión, la luz del sol que me ciega y la gente asustada por los ruidos del despegue, yo en mi cabeza solo siento esa nostalgia por abandonar mi tierra; pero de repente, el avión se estabiliza, la gente se calma, el sol ya no me ciega y por mi ventana veo una capa interminable de nubes blancas y pasa por mi cabeza el motivo de este viaje, el por qué estoy en ese avión .Entonces decido cerrar los ojos; en mi cabeza empiezo a imaginar mi destino: Roma. Esa ciudad tan bonita y con tantas sorpresas escondidas en sus calles, restaurantes ,iglesias, personas. De repente me despierto, el avión empieza a tocar la pista, aterriza ,se abren las puertas y comienza mi aventura.

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